martes, 17 de noviembre de 2009

El sastre del otoño

(Imagen cedida por J. Obeso Glez)



EL SASTRE DEL OTOÑO

Sucede, casi siempre, de repente.
Te levantas y está,
circuncisión de los espejos,
último rayo de septiembre seductor,
el sastre, el cirujano de las horas
faenando los hilos amarillos de los aires.
Descienden lentamente aplausos,
- rítmicas emociones en los cielos de octubre -
cosquilleos rojizos que acarician,
hábil mueca de vientos que estrujan,
crujen, tapizan el verdor
con tristes besos.
Tristes horas, tristes suelos.
El sastre del otoño trabaja los retales,
enhebra las laderas,
perfila los viñedos
y los chopos – miradores de pájaros sencillos –.
Mientras amanece con rizos la tierra,
pasa una esponja su lengua
en los caminos,
en los castaños
y se chupa las mieles, los zumos,
el sastre viejo del otoño,
el viejo violinista de las calles
que van tomando olor a humo,
olor a cáscara, a rito en la cocina,
el viejo sastre, el viejo amigo,
el tejedor de cobres ramas.

(Imagen cedida por J. Obeso Glez)